Tenemos muy incorporados nuestros hábitos de toda la vida. Nos resultan tan familiares como a quien entra al baño a oscuras de noche y toma directamente el cepillo de dientes y la pasta dental de modo automático.
Para evitar las expectativas demasiado altas (y, por lo tanto, sufrir grandes frustraciones) seamos realistas; es algo tan importante como el esfuerzo, la constancia y la dedicación. Como dice el dicho: “Roma no se construyó en un día”.
En algún momento del tratamiento, puede suceder que nos embargue el desánimo, la falta de motivación o la creencia de que ya sabemos todo, lo que se verá directamente reflejado en la balanza. Una recaída es un periodo de tiempo relativamente largo en el que se comienza a subir de peso nuevamente, de modo gradual. Es posible que sea producto de varios “tropiezos” (pequeñas subidas esporádicas de peso) o de una meseta (estancamiento de la bajada durante un periodo prolongado). Por eso es que debemos ser realistas: aceptando la naturaleza de nuestra enfermedad podremos reconocer que es posible sufrir recaídas, pero afrontarlas con muchísima menos frustración cuando ocurran, y buscando mucho más rápido una solución.
